Tanto en lo individual, como en las relaciones de pareja,
cuando los problemas exceden la posibilidad de solución, o la forma en que se
encara las dificultades, ya sea por posturas rígidas y/o ruidos en la
comunicación, la posibilidad de la consulta a un terapeuta de pareja, es una
alternativa viable y deseable.
La decisión en conjunto de tal consulta, es cuanto menos
el reconocimiento de ambos miembros, que la pareja tiene conflictos y que solos
no pueden abordarlos.
La pareja funciona como interrelación compleja, en la que
seguramente, hay esquemas de comunicación y acciones que se repiten, y en el
que cada uno resulta generador de la
conducta del partenaire y a su vez, es
consecuente a los disparadores de los comportamientos del otro.
Claro está decir, que estos mecanismos, complicados por
cierto, lejos de ser planificados y manejados con el acuerdo de ambos miembros,
se van sucediendo, estructurando,
sosteniendo y repitiendo a lo largo de la historia compartida, provocando
ciclos sin salida aparente.
Entender estos complejos interrelacionales, desandarlos,
elaborarlos y reconstruir, si se puede, es lo esperable en el devenir de las
terapias de pareja. Estas resoluciones muchas
veces, afianzan los vínculos de pareja, y en otras, promueve la disolución, intentando en lo posterior preservar a los individuos. Lo uno o lo otro, dependerá del
deseo, del afecto, de las historias personales y conjuntas de la pareja, del
momento en que se hallan… tal vez, un poco de la vida misma.
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