sábado, 4 de octubre de 2014

¿Cambiamos para no cambiar?

Un famoso escritor, conductor  y humorista argentino, solía decir que si mirábamos las fotografías de los novios de una señorita, se vería que todos eran iguales...
En lo personal, y en un pais como Argentina, donde producto de la inmigración  no existe una tipología física pre definida mayoritariamente,   no me animaría a dar como válida esta premisa tomando solo
el aspecto exterior. De hecho, podríamos hallar novios, altos, bajos, rubios, morochos, fuertes o esmirriados...
Sin embargo, tal vez, si superamos la superficialidad, llama la atención que algunas características personales de las distintas parejas de una persona, se repiten la mayor de los casos, es así que, es comun escuchar historias de partenaires, que salvando detalles, por su semejanza simulan una continuidad. Es así que se repiten historias de indecisos, golpeadores, mujeriegos, haraganes o adictos al trabajo etc, aunque mayoritariamente esto sucede sin la voluntad expresa, ni la búsqueda intencional.
Por supuesto, esta misma observación cabe para las parejas femeninas de los hombres, haciéndolo extensivo a todo tipo de pareja.
Las causas, por supuesto, supera a la suerte o la casualidad, remitiendo a que en el proceso de elección y vinculación se juegan factores conscientes e inconscientes, con la tendencia a repetir situaciones que por alguna razón tiene un peso o un conflicto para quien la padece.
Claro, que cuando la elección resulta satisfactoria, probablemente la secuencia de semejanza, no tenga ninguna importancia. Cuando a esta repetición, se le adiciona el malestar y/o insatisfacción, tal vez, la forma de resolverlo no sea insistir con cambiar para no cambiar, sino trabajar esta modalidad con un psicólogo para poder modificar el tipo de elección y vínculo, y no solo los nombres y situaciones de las futuras parejas.


miércoles, 19 de marzo de 2014

Estamos en Terapia


Tanto en lo individual, como en las relaciones de pareja, cuando los problemas exceden la posibilidad de solución, o la forma en que se encara las dificultades, ya sea por posturas rígidas y/o ruidos en la comunicación, la posibilidad de la consulta a un terapeuta de pareja, es una alternativa viable y deseable.
La decisión en conjunto de tal consulta, es cuanto menos el reconocimiento de ambos miembros, que la pareja tiene conflictos y que solos no pueden abordarlos.
La pareja funciona como interrelación compleja, en la que seguramente, hay esquemas de comunicación y acciones que se repiten, y en el que cada uno resulta generador  de la conducta del partenaire y a su vez, es  consecuente a los disparadores de los comportamientos del otro.
Claro está decir, que estos mecanismos, complicados por cierto, lejos de ser planificados y manejados con el acuerdo de ambos miembros, se van sucediendo,  estructurando, sosteniendo y repitiendo a lo largo de la historia compartida, provocando ciclos sin salida aparente.

Entender estos complejos interrelacionales, desandarlos, elaborarlos y reconstruir, si se puede, es lo esperable en el devenir de las terapias de pareja.  Estas resoluciones muchas veces, afianzan los vínculos de pareja, y en otras, promueve la disolución,  intentando en lo  posterior preservar a los  individuos. Lo uno o lo otro, dependerá del deseo, del afecto, de las historias personales y conjuntas de la pareja, del momento en que se hallan… tal vez, un poco de la vida misma.