“El amor ...
es una gota de agua en el cristal
Es un paseo largo sin hablar
es una fruta para dos...",
Así versa algún canto popular, uno más de tantos que hay, muchos y visiblemente menos que los amores que se suscitan en cada rincón del planeta, en cada corazón humano de quien habite, haya habitado o habitará en el futuro esta tierra esplendida y confusa. Nuestra sociedad gira en torno al amor –concepto verdadero pero no exacto, o mas bien exiguo y fraccionado-, pero que a los fines de esta propuesta, es suficiente- entendiendo que, quizás la mayor expectativa de felicidad, circula en ese orden.
Al mencionar el término amor, lo hago y lo reduzco, en función de la pareja, y desde una óptica del amor romántico, el que en casos extremos remiten a Shakespeare, con sus personajes, Romeo y Julieta, los que eternizaron su amor, a través de su muerte… Loco, ¿no?.
El termino amor, por cierto, es más amplio ya que todo sujeto, objeto, o idea con que nos vinculamos es suceptible de ser "amado/a", pero tal como anuncié previamente,el amor de pareja, parece ser el privilegiado al momento de la revisión.
Querríamos vivir en un eterno enamoramiento, con el cosquilleo en el estomago, y contando los minutos para el encuentro con nuestro amor… ¿Quién no ha añorado, esos primeros momentos de encandilamiento?. ¿Quién no se ha querido sentirse protagonista de una novela, con un galán o una dama declaradamente maravillados por nuestros atributos y con quien guadremos reciprocidad?.
Ese malestar placentero, la incomodidad visceral, este padecimiento afectivo, estas sensaciones eternamente adolescentes parecen subsanarse solo con la presencia del objeto amado. Presencia, por demás está decir, en forma de palabra, flores, un llamado … y para adecuarlo a la modernidad, un mensaje de texto o un mail. O sea, una primera conclusión posible es que ¡disfrutamos de lo que padecemos!